27 febrero de 2025
El día de ayer asistí a un evento organizado por el escritor y traductor Tobias Ryan, en colaboración con la galería 15 Beautreillis, llevada por Quinnie Tan. Fui gracias a la invitación de Tim MacGabhann, a quien conocí hace aproximadamente un mes gracias a Gustavo Cruz. La invitación no decía mucho. Simplemente era una imagen minimalista con el nombre del evento “menor impromptu” y los datos mínimos para llegar. Según me dijo Tim, se trataba de un experimento explorando las posibilidades de organizar más eventos de este tipo en el mismo lugar, con algo de literatura y algo de música. La galería, que cuenta solamente con un sótano y una planta baja de alrededor de unos 15 metros cuadrados cada una, estaba completamente llena en su planta principal. Eso significa que acudieron alrededor de unas 20 personas al evento. En realidad, me dijeron, no invitaron a tanta gente. Sólo querían ver qué pasaba. Y la convocatoria superó las expectativas.
Alrededor de las 19:30 comienza la lectura con Will Mountain Cox, escritor estadounidense que vive actualmente en París. Ha publicado las novelas Roundabout y With Paris in Mind. Leyó dos poemas y un extracto de una nueva novela que está preparando. Su escritura en inglés se une con su personalidad y con su voz en un personaje completo. Su prosa es un tanto desesperada, pero a la vez guarda la calma y el ritmo, como todxs lxs jóvenes, que por dentro llevan un fuego pero siempre mantienen la pose para aparentar seguridad. ¡Y lo logran! Tanta confianza fingida termina convenciendo también a quien la porta. Muy consciente de todo ello, Will expone la confusión, pero también la emoción y sobre todo la indiferencia que se levanta como protección para no explotar ante ello. Escuchamos atentxs. Sabemos de lo que habla. Lo sentimos. Lo hemos sentido. Quizá estamos igual que él, quizá lo vivimos hace mucho tiempo. Quizá nunca habíamos reparado que esa forma de vida que es la que todxs tenemos en las ciudades, es en sí misma poética, hasta antes de escucharlo. Termina de leer y esperamos unos 10 minutos al siguiente acto.
Se anuncia que seguirá algo de música, pero no se sabe qué. No instrumento musical alguno ni aparato ni bocinas a la vista. De pronto solamente Max Ardito se sienta en silencio en medio de lo que podría comprenderse como escenario puesto que antes en esa esquina del cuarto fue donde Will hizo sus lecturas. Afuera hay gente fumando y hablando. Max se levanta de su banco y va a abrir la puerta en silencio. La gente de afuera calla y se mete, comprendiendo que la acción ha comenzado. Max se queda unos minutos en la entrada con la puerta abierta. Lentamente la abre y la cierra haciendo sonar sus goznes. El sonido de la calle entra y se apaga a cada ocasión que abre y cierra. Sabemos que ya estamos inmersxs en su propia comprensión de la música. Sigilosamente cierra la puerta y se dirige al fondo, detrás de lo que antes considerábamos escenario. Ahí hay una pequeña cocina y un baño aún más diminuto. Algunxs de nosotros le seguimos, sospechando que esto aún no comienza en realidad.
Max vuelve a hacer gestos similares ahora con la puerta del baño. Nos mira fijamente a quienes alcanzamos a seguirle y logramos caber en el espacio de la cocina o quienes pueden ver desde afuera. Se alcanza a escuchar que desde algún lugar dentro del baño hay un sonido agudo, un chirrido bajo pero constante. A veces varía con ruidos de otro tipo y voces de conversaciones indistinguibles. Nos cierra la puerta. Se encierra. Quedamos a la expectativa. Después de unos segundos, por debajo de la puerta sale un papel. Se trata de una hoja pequeña con la impresión de una suerte de mapa de frecuencias con colores y con la fecha firmada a mano. Lo recojo y lo pasamos entre el público. El acto se repite varias veces. Estamos participando del mismo. Alguna gente registra todo el performance con su celular. Otrxs simplemente esperamos. Vuelve a abrir la puerta, vuelve a vernos, vuelve a cerrar y vuelve a enviarnos papeles por debajo de la puerta. De pronto se escuchan nuevos ruidos, esta vez más llamativos: golpes a la puerta y con algún objeto que parece estar siendo golpeado también. Antes de que el alarmismo nos invada por completo, sale Max con el bote de basura en las manos y va directo al cuarto donde antes era el escenario. Avienta de manera no violenta, pero sí firme, el bote al mero centro de la habitación. Ahora sabemos que el sonido provenía de ese bote. Lo observamos y escuchamos con atención. No hay nada extraordinario más que basura y lo que se escucha también suena como algún tipo de basura. Llega un punto en que deja de sonar y con un pequeño gesto de Max sabemos que el acto ha concluido. Fascinante.
No tengo idea de cuando será el siguiente evento, pero me han dicho que los habrá. Parece que este juego con lo inesperado, en una ciudad como ésta y casi todas donde todo tiene que ser programado para que salga bien, se ha vuelto una necesidad interior. Cómo deseamos que algo todavía pueda sorprendernos.
Mario Morales es un filósofo, psicoanalista y creativo independiente interesado en la exploración del pensamiento anárquico, visual y sonoro, documentación de los procesos creativos, así como la importancia de la estética y la imaginación dentro de los movimientos sociales-políticos. Es autor del libro “Adiós al arte contemporáneo, ¡viva el arte anacrónico!”. Actualmente es profesor/Investigador de la UAM-Cuajimalpa, en la Ciudad de México. Website: https://mariomoralesph.wordpress.com

